Entre el
encantamiento con algunos autores nuevos realmente maravillosos y la re-lectura de algunos clásicos, se me fue este año. Confirme la calidad de una generación absolutamente renovada y consolidada de
Hispanoamérica, la que trataremos de recordar en esta entrada, una producción literaria descomunal e inabarcable, de mucha calidad. Hablaré de
algunos autores emblemáticos.
El cultural, la revista española revela algo de suma vitalidad con algunos novelistas de la península, los que
quiero traer a colación a propósito del tema: “Julia Navarro lleva más de cinco millones de
ejemplares vendidos de sus siete novelas; la trilogía de Santiago Posteguillo
sobre Escipión superó el millón de copias; Javier Sierra alcanzó los tres
millones de volúmenes de La cena secreta y ocupó un lugar de privilegio entre
los best sellers del New York Times, y Eva García Sáenz de Urturi es un secreto
a voces, con más de cien mil volúmenes vendidos en tres días de su último
título, Los señores del tiempo. Los superventas arrasan, y no hay prejuicio que
valga ni que les calle. Ya no”[1].
Expresa Nuri Azancot, quien escribió el artículo: “Después de décadas de estar
bajo sospecha sólo por arrasar en las listas de best sellers es ahora -cuando
vender mucho es vender cada vez menos-, cuando los autores más populares se
reivindican sin falsos pudores. Son los únicos (junto al fenómeno de Patria, de
Fernando Aramburu, que sobrevuela toda etiqueta) que cuentan sus lectores por
millones. A fin de cuentas, como Julia Navarro (Madrid, 1953) dice, “hay libros
que se venden por miles y que son extraordinarios, hay otros que se venden por
miles y no tienen tanta calidad literaria, pero también hay muchos que
carecen de esa calidad y no se venden y libros paradojicamente que sí la tienen y tampoco se
venden”. Es cierto, he leído a Julia y de hecho sus novelas son buenas y entretenidas, de Posteguillo me gusta casi todo lo que ha publicado, es un escritor acucioso, la
pléyade del mundo cultural, ciertas élites intelectuales los miran con
desdén, ellos siguen vendiendo.
En Colombia sucedió con
algunos escritores de una calidad absoluta, nunca tuvieron el reconocimiento que merecían, pasó con German Espinosa, lo mismo con Burgos Cantor, Rosero y muchos escritores de provincia.
Posteguillo
Afirma, citado por el mismo artículo que: “con una narrativa
lo más cinematográfica posible, cruzando historias, argumentos, plano contra
plano, intentando transmitir al lector la sensación de que está viendo una
película o una serie de televisión muy entretenida”. dilucida que no hay fórmulas que salven a un escritor del aburrimiento de sus lectores, algunos
saben cómo hacer para que esto no suceda, lo cierto, las historias de este escritor están en los anaqueles de muchos
textos clásicos, el las desempolva y las vuelve a contar a su manera. Otra cosa es su reconocimiento.
Relecturas: Empecé este
año de nuevo la lectura de toda la obra de Gabo, ya hay un trabajo sobre la “La
mala hora” y “El Coronel no tiene quien le escriba”, incluye la obra
periodística. Estoy leyendo de nuevo a Roa Bastos, básicamente: “Yo el
supremo”. Octavio Paz: “Signos de rotación”. Borges, como siempre, está ahí en
la mesa de noche, su obra crítica de “Emece”, es encantadora.
Hubo un libro de ensayos
de la universidad EAFIT, el cual encontré en una biblioteca pública de mi barrio, de edición reciente: “El humano
adjetivo de la poesía”, de Inés Posada, ya reseñado en este blog, me parece
relevantes destacar. Es una lectura de la poesía humana absolutamente lúcida y
existencial.
Decidí hacer un trabajo
sobre la pregunta: Por qué escriben los escritores y realmente ha implicado una
investigación crítica y genealógica de la novela en sus origenes.
Relecturas de Kundera, de Eco, Gabriel Vázquez, de diccionarios críticos casi
abandonados y ensayos viejos pero puntuales.
Se publicaron muchos
libros históricos en Colombia, destacó dos: “La historia resumida de Colombia”
de Melo e “Historia de Colombia y sus oligarquías” de Antonio Caballero. Estos textos nos ayudan a comprender parte del conflicto colombiano.
Incluyo en esta reflexión el libro de memorias de Enrique Santos Calderón “El
país que me toco”, de suma importancia para entender los acuerdos de la Habana.
Leí de David Foster
Wallace “En cuerpo y en el otro”, quince
ensayos traducidos al español, que ratifican la grandeza de este escritor
norteamericano. “La contravida” de Philip Ropth, es una novela, me ha
deslumbrado por su estructura y prosa, encontré una frase que me dejó imperterrito, de suma importancia para mi vida:
Siempre existe la posibilidad de una existencia alternativa.
Seguiremos en la próxima
entrada haciendo la presentación de lo que leí y descubrí este año en materia
literaria.
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