miércoles, 26 de diciembre de 2018

LUIS Y BLANCA (RELATO)


León Tolstói en su emblemática novela “Ana Karenina” escribe: “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.  En un mundo donde todos los mitos se mueren, se diluyen, nada perdura, lo efímero es la constante, las parejas se separan en muy corto tiempo, siempre por motivos insustanciales y vacuos, Luis Fernando Ángel y Blanca Duque, celebran esta navidad 25 años de casados. Para ello han preparado dos eventos, por fuera de ciertos protocolos tradicionales, convencidos que tienen muchos motivos para hacerlo.
Pocas parejas se ajustan tanto el uno para el otro como esta. Cuando conocí a Luis hace 17 años, quede impertérrito, un hombre más alto que el promedio, parece un personaje de novela policiaca de la baja Renania, lúcido de sobremanera, con un humor negro lacerante, cuando las mareas crecen, resguarda sus preocupaciones muy bien, en una especie de lobotomía intencional, creo, que nunca pierde el control pese a los temporales que lo asedien, al final, las respuestas frente a las vicisitudes están siempre a la mano. Para esa época un proyecto comercial, con algunos asociados, hacer muebles, con carpintería propia, daba señales de morir muy pronto, prácticamente no tenía futuro. Nunca lo vi ante este impase fuera de sus cabales, menos desesperado. Mesurado, así este bailando sobre el filo de la navaja. En una decisión trascendental en su vida empezó a pasar hojas de vida con una perseverancia casi religiosa. Es un hecho,
no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante. Fue llamado por la mayor cervecería de Colombia y se convirtió en uno de sus ejecutivos, esto implicó muchos cambios en su familia. Su madre Beatriz Álvarez, quien tuvo 6 hijos, que son hoy su mayor orgullo, acompañada de un sentido práctico implacable, le enseñó como principio: Que a los grandes problemas decisiones sabias, por malas que aparentemente nos parezcan. Nunca hay que temerle a los cambios. Tenía pocos años de casado con Blanquita. Ella es una mujer con un optimismo excepcional, como de otros tiempos, no para el caótico mundo actual, nació en un pueblo pequeño de Caldas Colombia, ente el verde cafetal de la intrincada topografía de la cordillera central de Colombia. Siempre está dispuesta a hacer lo necesario, tiene una sonrisa intempestiva contagiosa y la vida de su esposo y de sus hijos le toma todo el tiempo, a través de ellos, ha trascendido a su propia existencia.
El filósofo árabe Al Farabi estudió para los fundamentos del Islam, la relación del uno y el todo, del individuo con el cosmos, del ser con su naturaleza y la trascendencia de esta relación con un rigor diamantino. Hacemos parte del todo, pese a nuestra individualidad existencial. Con Luis y Blanca como pareja, parece confirmarse en lo absoluto este principio. Son uno, están integrados, nunca los he visto hacer corto circuito.
La utopía del amor de pareja, del estar de acuerdo en lo fundamental, de la grata compañía, del despertar siempre junto al otro, que solo se dan en la ficción y el cine, aquí es  una realidad cotidiana y perdurable.
Tienen dos hijos, su mayor legado y orgullo, Alejandro y Laura, han heredado gran parte del talante de sus padres, cuando los veo siento que la tarea de estos dos seres se ha cumplido a cabalidad.
Ana Isabel, mi esposa fallecida hace pocos años, una vez, muy furiosa, me citó a Luis como ejemplo, contrario a lo que debía suceder, nunca me sentí ofendido y me pareció pertinente e incluso me llamó a la reflexión.
Hoy, con 25 años de casados, se reunirán a celebrar, no solo lo perdurable de esta relación, sino para confirmar una especie de terquedad que nos enaltece a todos. Felicitaciones a Luis y Blanca y que los azarosos bemoles del destino los sigan guardando.

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