Todo conocimiento cristiano, por estricta que sea por lo demás su forma, es y debe ser inquietud; pero esta inquietud misma edifica. Es inquietud es el verdadero comportamiento con respecto a la vida, con respecto a nuestra realidad personal y, por consiguiente, para el cristiano, es la seriedad por excelencia. La altivez de las ciencias imparciales, lejos de ser una seriedad todavía superior, no es para él más que farsa y vanidad. Pero lo serio, os digo, es lo edificante.
Del prologo "del tratado de la desesperación" de Soren Kierkegaard.
Cuando pienso en mi amigo entrañable, de muchos años, con el que he compartido lo humano y lo divino, pienso en San Agustín por gracia de su conversión, su entrega a Dios, a una fe de manera absoluta y sin un ápice de duda muy a pesar de ser el hombre un ser desde la moral y la virtud muy vulnerable, cercano al pecado para decirlo en términos cristianos. Las Confesiones son consideradas la primera autobiografía occidental en la que un autor examina su vida interior y su desarrollo espiritual de forma tan detallada, sirviendo de modelo para futuros escritores cristianos. Su estilo retórico, su profundidad psicológica y su exploración de conceptos como la naturaleza del mal y la teoría del tiempo siguen siendo objeto de estudio e inspiración. fue un camino de búsqueda incansable de la verdad y la felicidad que culminó en una profunda conversión al cristianismo a los 32 años. El punto culminante de su vida fue su dramática conversión, un proceso que él describe como un "itinerario afectivo" de ordenar sus amores hacia Dios.
Álvaro le conocí en el Instituto Caldas de Bucaramanga, Colombia, cuando apenas era un joven lleno de vida, cargado de energía, con un optimismo sin par y una alegría contagiante. En la medida en que fuimos conociéndonos y fomentando una amistad de altos y bajos, que duraría toda la vida, en nuestro primeros encuentros y charlas extensas, me entere la tristeza silenciosa que siempre le acompaña y el dolor en esos días que le produjo la muerte temprana de su madre. Hay sucesos que el razonamiento no es capaz de dilucidar y que el alma contenida carga sin tregua alguna. Aún así, cumplía con sus obligaciones, mantenía comunicación permanente con sus tres hermanos y tenía objetivos claros sobre lo que sería su futuro. Álvaro siempre ha sido un tipo ordenado de sobremanera, bien parecido, madrugador y bien informado debido a un espíritu inquieto y muy curioso. Siempre lo acompañó una buena dosis de locura, coqueto por antonomasia y una conversación lucida y grata, virtudes que aún conserva. ahora con los años y su fe, en las justas proporciones. Cómo lo trae a colación en su proceso evangelizador podría repetir su predica que encajaría perfecto, pues así lo hizo después en su vida, para llegar a un equilibrio que hoy lo enaltece: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas.”
Después por cosas inexplicables del destino, pero en esas trampas que el azar impone a nuestro destinos, volvimos a encontrarnos en Barranquilla, una ciudad costera, pujante, caribe al 100%, abierta y que para nosotros personas del interior, su actitud y forma de ser, era algo nuevo y extraño, en todo caso, muy agradable y fiestero, más allá de lo habitual. Sus gentes alegres nos agradaban e impresionaban, nada es problema para ellos. Trabajaba como vendedor de una empresa de repuestos si mi memoria no me traiciona, ya estaba casado, tenía un hijo y vivía con otro amigo mío, ingeniero de la universidad industrial de Santander, Carlos. Fueron cuatro años o cinco entrañables, inolvidables, llenos de anécdotas y de crecimiento. Los triunfos de mi amigo nos llenaron de orgullo y le vimos ascender con esfuerzo y basado en el cumplimiento de su trabajo y de sus metas. También fueron años de locura, charlas interminables alrededor de unas cervezas, nuevos amigos y tragedias personales, hablo de mí que supimos alivianar.
Vino su nombramiento en una multinacional, vivir en Cali, en Bogotá, viajar por muchas partes del mundo, consolidar su hogar y seguir creciendo a nivel profesional. Leyendo la biografía de San Agustín, las etapas de su vida estuvieron marcadas por tres periodos, pensé también en su primera etapa, narrada en su excelente autobiografía: Relata su infancia, adolescencia y juventud, su educación en Cartago, su carrera como retórico en Milán y Roma, y su gradual alejamiento del maniqueísmo. Describe su crisis espiritual y su eventual conversión al cristianismo bajo la influencia de San Ambrosio y su madre Mónica. Para mí, lo narrado sobre Álvaro, sería una primera etapa. Si quisiera contar su vida o novelarla, hablaría de muchos hechos puntuales que vivió mi amigo por esta época.
La segunda etapa de la vida de Álvaro fue crucial para su conversión. Su hijo creció, se hizo hombre, se graduó de abogado, se separó de su primera esposa, entró en una fase existencial y crisis verdaderamente difícil. Fue un período de profunda turbulencia, disruptivo, pero de reflexión y de encuentro con sigo mismo y con Dios. Creo que todo esto paso a finales del siglo XX y principio del siglo XXI. Difícil describir este momento. Se me viene una aseveración de un crítico llamado Berdiaev sobre los "hermanos Karamazov y por supuesto Dostoievski, él escribió: "Aceptando que todo lo esencial en el hombre, es decir, todo lo que conoce y hace, se debe a un principio absoluto semejante a él, debe quedar por determinado por qué la fe en Dios y la fe en el hombre convergen en una completa y total verdad para Dostoievski: la plenitud absoluta. Si el ser humano no es un fenómeno natural sino una exclusividad, un microcosmos y el centro de toda la existencia, se comprende entonces que en él se encuentra “el enigma de la vida universal. [Por lo que para Dostoievski] resolver el problema del hombre significa resolver el problema de Dios”. Muchas cosas debieron aparecerle súbitamente a Álvaro, sólo el lo sabe, pero el cambio fue absoluto, la entrega a Dios total, en otras palabras, es un seguidor de Jesús, alguien que cree que él es el Hijo de Dios, que murió por los pecados de la humanidad y resucitó. Álvaro es un convencido que él señor, te da vida, aire para respirar, comida para comer, una casa para vivir, ropa para ponerte, gente a tu alrededor para amar, lujos para disfrutar. ¡Qué buen padre es! El hecho de que Él sea tan poderoso, por supuesto, plantea la pregunta: ¿Qué pasa si las cosas salen mal? ¿Cuándo se detiene mi trabajo, cuando mi cuerpo se debilita, cuando las relaciones van mal? Luego hay algunas certezas. Mi amigo tendrá la respuesta adecuada que mi racionalismo es incapaz de dar, de eso estoy seguro.
Su credo le ha permitido asumir la vida de otro modo, màs humilde por supuesto, lleno de esperanzas y siempre atento a cumplir los designios de Dios. Ser buen samaritano diría. Se que es un error vivir demasiado en el pasado o en el futuro, epíteto me enseñó que el presente es lo real, lo que existe, mi presencia, estar ahí, por ello siempre debo asegurarme de estar más presente y en el hoy. He aprendido a disfrutar el viaje de la vida no solo por lo que logramos y su éxito material, sino simplemente por convertirnos en nosotros mismos y la emoción y el desafío del crecimiento personal. En esencia, eso es lo que significa vivir una buena vida: una vida feliz, rica y plena. Creo que Álvaro cree lo mismo, pero siempre en compañía y aceptando a Dios como ser supremo.
Ahora vive tranquilo, hace parte de lo que se denomina el plan divino, se preocupa por su prójimo màs cercano, evangeliza y comparte con su esposa, cristiana como él y su hija, está pendiente de sus amigos, soy fiel testigo de su amistad y bondad, además, se preocupa por sus hermanos y sobrinos. Este podría ser el proyecto de una novela corta. Álvaro es un ejemplo de que todos podemos cambiar en la vida. Quisiera aprender màs de sus predicamentos, la vida dirá cual será el tercer periodo de su vida y como terminará. Solo Dios lo sabe me contestaria mi amigo con una sonrisa estridente.