lunes, 28 de noviembre de 2011

EDUARDO BERTI



Trancribo la entrevisa publicada por la revista Ñ de Clarin de Buenos Aíres a proposito del premio otorgado a su última novela.

Como si hubiera soltado las amarras de un barco anclado en la reescritura de algunos textos canónicos, con El país imaginado –ganadora del premio Emecé–, Eduardo Berti se lanzó a la aventura y llegó tan lejos como le fue posible. Atrás quedó La mujer de Wakefield , una de sus novelas más celebradas, en la que se apropiaba del relato de Nathaniel Hawthorne para ofrecer desde el punto de vista de la esposa otra versión de la misma historia, o los personajes homónimos que en Todos los Funes evocaban al Ireneo de Borges y a los Funes que aparecían en los cuentos de Cortázar.
La China que compone Berti es apenas un aspecto de ese país imaginado del que habla el título, porque carece de fronteras y abarca territorios que pertenecen a las fantasías, los sueños y los deseos. Es también la región difusa que habitan los fantasmas, a medio camino entre los vivos y los muertos, seres desalojados del mundo al que no quieren o no pueden abandonar del todo. En ese escenario concibió una historia que transcurre a comienzos de la década del 30 del siglo pasado. Allí, tras los rituales de la muerte de su abuela, una joven de catorce años y su hermano algo mayor temen y ansían respectivamente el futuro que la familia les destinará. Un matrimonio seguro sobre el que no tendrán elección posible y que en el mejor de los casos mejorará su posición social. En los vaivenes de la búsqueda de candidatos, aparece otra adolescente, Xiaomei, de una clase social inferior y de la cual la narradora queda prendada. Con ella mantiene un vínculo marcado por la fascinación y un sentimiento que se parece bastante al amor. Mientras tanto, una extraña peste desbarata los planes de boda y el hermano de la protagonista queda comprometido en una relación espectral. Por su parte, en el tiempo impreciso que diluye los umbrales entre la vigilia y el sueño, la narradora y su abuela encuentran nuevas formas de comunicación.
China y los fantasmas ya se habían cruzado antes en el destino del escritor. Como director de la editorial La Compañía, Berti publicó en 2008 la traducción del libro de Lafcadio Hearn, un irlandés que investigó antiguas leyendas y las reunió bajo el título de Fantasmas de la China . También fue el autor de la idea y el compilador de otro libro – Fantasmas (Adriana Hidalgo, 2010)– que recoge textos sobre seres ultramundanos que no se limitan a la frecuentada tradición anglosajona victoriana y van mucho más atrás en la historia de la literatura universal. Durante la etapa de búsqueda, se encontró con relatos sorprendentes que databan del 200 o 300 después de Cristo y que le resultaron modernísimos por el modo como estaban escritos.
Sin embargo, cuando se le pregunta si ése fue el origen de la novela, Berti responde: Fue una conjunción de elementos que el azar o lo que fuera dispuso. Por un lado, están esos libros más otro que me resultó fascinante: el Manual de supersticiones chinas (1926), del jesuita, misionero y sinólogo francés Henri Doré, que abunda en detalles acerca de las prácticas funerarias y las apariciones de espíritus. Por el otro lado, mi mujer que es fanática de los idiomas, se puso a estudiar chino hace siete años y se apasionó tanto que nunca paró. Hasta el punto de que eso nos impulsó a visitar el país durante dos meses; allí hicimos algunos amigos que más tarde me ayudaron con la novela. De manera que por el costado literario y por el doméstico me fui enterando de una cantidad de cosas que me llamaron mucho la atención y que luego alimentaron la ficción.
¿Cuáles?
En el inicio de la novela, la protagonista narra la suave agonía de su abuela y los preparativos de su partida. Una de las prácticas consiste en retirarle la almohada para que pueda descansar en paz. “Paz” en lenguaje mandarín también significa “recto, horizontal”. La almohada se amarra al techo para que se descomponga a la intemperie. Muchísimas de estas tradiciones arraigan en supersticiones milenarias en relación con la reencarnación y el regreso de los muertos bajo otra apariencia. Su incumplimiento acarrea, además, que no puedan irse del todo y la aparición de los fantasmas.
Pero además hay otras...
También me había impresionado el casamiento con los muertos, la boda que se celebra cuando hay una pareja de novios comprometidos y uno de ellos muere. Y lo que les pasa a las mujeres que mueren solteras y a las que por esa razón se les niega una lápida. No hay que olvidar que la cultura china tiene una relación muy distinta con los muertos, en la que el fantasma está mucho más presente por distintos motivos que pueden ser la venganza o la deuda pendiente; no vienen estrictamente a asustar aunque algunos puedan ser tremendamente sangrientos.
¿No temió quedar Ud. mismo fascinado por esa cultura?
Quise evitar a toda costa el lugar común de que por ser una novela que transcurre en China, se convirtiera en una fábula. En todo caso sólo admitiría pensarla como una fábula fantástica. Hay momentos fantásticos, especialmente los relativos a los sueños, pero lo demás tiene un tratamiento bastante realista. Lo que me interesaba era una cierta verosimilitud, porque la novela no es sobre China. En mi libro, China no es real ni imaginaria, es imaginada y en consecuencia, un tanto borrosa. Lo cual excluye el típico uso de China desde una mirada puramente occidental. China es tan grande que todo es posible.
¿Cómo eludió la trampa del exotismo?
Sabía que no quería caer en él, por eso tuve muy presente lo que decía Saer respecto de los autores latinoamericanos que usaban su literatura como si salieran a vender artesanías, o lo que escribió Borges respecto de que en el Corán no hay camellos. Esas lecciones las llevo grabadas a fuego. Me cuidé de no ponerle nombre a la ciudad en la que transcurre para evitar la localización y no abrumar con los nombres chinos de la familia. Al contrario, creo que al hablar simplemente del padre, de la madre o del hermano sin nombrarlos establecía una mayor cercanía. Por otro lado, cuando al final de la novela y de manera colateral aparecen ciertas contextualizaciones como la guerra con Japón, son apenas un telón de fondo. Lo importante para mí era que no hubiera vicios de novela histórica ni de novela turística.
Con una trayectoria como escritor considerable, salvo en escasísimas ocasiones y cuando algún relato breve lo requería, Berti no se sentía tentado por la utilización de la primera persona como voz narrativa. En La sombra del púgil hay una aproximación, pero aparece más interesada en captar el registro de la oralidad que en la expresión de una subjetividad. En El país imaginado , en cambio, no sólo experimenta con esa voz, sino que además adopta la perspectiva de una adolescente, un ser considerado poco menos que un objeto decorativo en esa sociedad de tradiciones férreas.
¿Por qué adoptó la voz de la jovencita?
No quiero sonar místico ni hablar de inspiración, aunque yo sé que existe y se manifiesta como un entusiasmo incontenible, pero debo confesar que en un momento sentí que esa voz me dictaba. Hay escritores que dicen que escribir es saber escuchar, no necesariamente lo que hablan en la mesa de al lado, sino escuchar lo que las voces dicen. Es curioso, Bioy afirmaba que al escribir había que pensar menos en uno y más en el libro, y eso fue lo que me pasó. Habitualmente me tomo más tiempo para escribir un libro, pero con este tenía tanto miedo de que esa voz me abandonara que escribí la primera versión de un tirón, en seis meses, que para mí es un tiempo muy corto.
¿Haber encontrado esa voz le permitió una fluidez mayor que en sus restantes novelas?
Creo que sí, hasta este momento no había encontrado la posibilidad de narrar en primera persona y sentí ganas de hacerlo. También el hecho de que China es una antípoda me inspiró a experimentar algo que estuviera en el otro extremo de lo que venía haciendo. Otra época, otro país, otra edad, otro sexo. Probablemente, lo que también me ocurrió fue reencontrarme con una cantidad de experiencia mía como no me había pasado antes. Me veo más a mí mismo en esta novela que en las otras. Fue tan sencillo como recordar de qué manera me había enamorado la primera vez, esas emociones.
La novela se divide en dos partes: Xiaomei y el epílogo. ¿Por qué ella y no la narradora?
La idolatría que la protagonista siente por Xiaomei no es del todo real, forma parte de los sentimientos que se tienen a esa edad, el deseo de ser una con la otra. Sobre esa figura proyecta cosas, le agrega atributos. Como socialmente están muy predeterminadas, cuando están juntas intentan borrar esas diferencias, se modifican las ropas para igualarse y que las vean como hermanas, se encuentran en un parque público, un lugar neutral, pero la diferencia entre ambas es muy grande. Eso se hace patente cuando conoce al marido, y ella entra de lleno en el plano de lo real. A Xiaomei, en cambio, el matrimonio le depara otro destino.
Los sirvientes también ocupan un lugar interesante.
Me gustó que hubiera dentro de la casa alguien que no fuera la figura de autoridad del padre, que viera con más libertad o humor las situaciones. La tradición china es muy estricta en cuanto a las formas y a los rituales que hay que respetar. Pero siempre hay maneras de escapar de esa rigidez. Los sueños y los fantasmas también liberan a la sociedad de esa cosa tan reglamentada, tan normativizada. Son nexos.
No sería arriesgado encontrar en la palabra nexo una clave de lectura de esta novela. Los nexos son los grandes articuladores de este relato que todo el tiempo juega en dos planos: el de los vivos y los muertos, el de las clases sociales, el de los padres y los hijos, el del sueño y la vigilia.
¿Por qué en esta novela dejó de lado el trabajo de reescritura que predominó en las otras?
Creo que me sentí liberado de eso también. Al punto de que no quise leer La novela china de César Aira, La perla del Emperador de Daniel Guebel, ni siquiera Un chino en bicicleta de Ariel Magnus, autores a los que respeto. Algo distinto me estaba pasando con este libro, por primera vez la gente me dice que se ha emocionado leyéndolo. En los anteriores, mi escritura era más fría. Eso se debe a que uno va cambiando y los intereses y las maneras de manifestarlos son otras. Las cosas que me fueron pasando determinaron que ahora ponga más atención a los vínculos humanos, los afectos. En esta novela hay menos cabeza, menos preocupación por cuestiones formales que antes me interesaban muchísimo. Cuando terminé de escribir Todos los Funes sentí que se cerraba algo.
¿Coincidió algo con ese cierre?
Con el regreso a la Argentina, mi matrimonio, la paternidad, la muerte de mi padre, algunos cambios de gusto. Tampoco sé si esto va a seguir así, a lo mejor vuelvo a la frialdad, pero si ocurrió es que evidentemente quería ir para ese lado. Que me digan que el libro toca una sensibilidad distinta para mí es un lujo, porque la novela se parece bastante a lo que yo quería hacer y a lo que estaba buscando.

Jorgelina Muñoz


EDUARDO BERTI EEN POCAS PALABRAS
Estos datos son tomados de su propio blog.

Su primer libro de ficción, la colección de cuentos Los pájaros (1994), fue elogiado por la crítica, obtuvo el Premio-Beca de la Revista Cultura y fue considerado como uno de los mejores libros del año por el diario Página/12.
A este libro le siguieron dos novelas de importante repercusión: Agua y La mujer de Wakefield, ambas publicadas en Argentina y España por Tusquets Editores.
La primera fue traducida al francés (Le désordre électrique, Editions Grasset), al inglés (Agua, Pushkin Press) y al portugués (A Desordem Eletrica, Temas e Debates). De La mujer de Wakefield hubo traducciones al japonés y al francés. La versión francesa (Madame Wakefield, Grasset) fue finalista del prestigioso premio Fémina que se entrega en Francia al mejor libro extranjero del año.
En 1998, Berti se radicó por varios años en París (Francia), donde se desempeñó como periodista cultural y corresponsal para medios argentinos (Rolling Stone, TXT, etc), impartió cursos de escritura, plasmó el guión de la película Nordeste (dirigida por Juan Solanas, protagonizada por Carole Bouquet) y continuó con su obra literaria.
En el año 2002 publicó en forma simultánea en España y en Argentina (Emecé Editores) los cuentos muy breves de La vida imposible cuya traducción al francés, La vie impossible, editada por Actes Sud, recibió el premio Libralire-Fernando Aguirre que en ediciones anteriores ganaran
Enrique Vila-Matas o Francisco Ayala.
Un año después reeditó (en versión corregida) Los pájaros, a través del sello madrileño Páginas de Espuma, especializado en relato y cuento.
Dos años más tarde llegó su muy bien recibida novela Todos los Funes (Anagrama Editores), finalista del prestigioso Premio Herralde. Votado como uno de los libros del año en el Times Literary Supplement de Gran Bretaña, Todos los Funes fue traducido al coreano y al francés.
En los últimos años, Berti se dedicó a traducir los cuadernos de apuntes del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne, los poemas de Silvia Barón Supervielle, el ensayo “Con Borges” de Alberto Manguel, los cuentos de Jacques Sternberg o la pequeña e bastante ignota novela “Lady Susan”, de Jane Austen, entre otros libros.
También publicó diversas antologías: desde “Galaxia Borges” (Adriana Hidalgo, 2007), en coautoría con Edgardo Cozarinsky, hasta “Nouvelles”, antología del nuevo cuento francés (Páginas de Espuma, 2006) pasando por "Galaxia Flaubert", "Fantasmas", "Historias encontradas", "Felicidades" y "Los cuentos más breves del mundo".
Además de escritor y traductor, Berti se ha desempeñado como periodista cultural y como guionista. Obtuvo diversos premios (entre ellos el Martín Fierro) por la realización de documentales sobre la música popular argentina. Publicó dos libros de ensayo periodístico: uno en colaboración con el cantante y compositor argentino Luis Alberto Spinetta, y otro (Rockología) dedicado a analizar la evolución y las característica del llamado “rock argentino”.
Colaboró y lo sigue haciendo con los principales diarios de Buenos Aires: La Nación, Clarín, Página/12. Formó parte de la redacción cooperativa de la revista “El Porteño” durante los años ochenta y asimismo ha escrito en “Letra Internacional” (ediciones de España, Alemania, Rumania o Dinamarca) y en “Letras Libres” (México y España), entre diversos medios.
Con respecto a sus últimas obras literarias, en 2007 editó un cuento largo (“Retrospectiva de Bernabé Lofeudo”) dentro de la colección “Un endroit où aller” que en Francia dirige y coordina Hubert Nysen, fundador del sello Actes Sud.
Ese mismo año, mientras Actes Sud editaba en bolsillo (colección Babel) Madame Wakefield, también dio a conocer su primer libro no narrativo. Mezcla de prosa poética con “greguerías” en claro homenaje a Ramón Gómez de la Serna (“ramonerías”, las llama Berti) fue publicado en Francia, en edición bilingüe, por Editions Meet, y lleva por título Los pequeños espejos/Les petits miroirs.
Marzo de 2008 fue la fecha de salida de su cuarta novela, La sombra del púgil, editada por Norma (en Argentina y Colombia), La Otra Orilla (España) y nuevamente por Actes Sud (Francia).
Noviembre de 2010 fue la fecha en que apareció su último libro de cuentos: Lo inolvidable, editado en España y Argentina por Páginas de Espuma y en Francia por Actes Sud.
Sobre el escritor Eduardo Berti y su obra se ha escrito:
"Un verdadero talento innovador" (Paul Bailey, Daily Telegraph, Londres)
"Una nueva y eficaz forma de narrar." (Rodrigo Fresán)

"Una literatura muy personal e innovadora que proporciona al lector un formidable placer" (Gérard de Cortanze, Le Figaro, París)
"Una prosa fluida, precisa y vigorosa" (Ernesto Schoo, La Nación)
"El talento y la gracia de Eduardo Berti resultan totalmente indiscutibles" (Antón Castro, Abc,

Madridn gran escritor" (Eva Grinstein, El Cronista, Buenos Aires)
"Uno de los novelistas más originales y más dotados de todos cuantos hoy escriben en español" (Alberto Manguel)
"Un escritor inclasificable, es decir, precioso" (Frédéric Vitoux, Le Nouvel Observateur, París)

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