En El acontecimiento, Annie Ernaux afirma que el hecho de haber vivido algo te otorga el derecho de poder escribir sobre ello. Sin embargo, hay cosas de las que parece imposible hacerlo, ya sea porque la mirada social las califica como irrelevantes y secundarias o porque uno no se ve capaz de dejar por escrito lo que ocurrió. A veces escribir es un gesto de valentía, a veces es un gesto de memoria, otras veces es un gesto de redención.
Cuando uno escribe sobre su propia vida se despierta entonces el fantasma de la «literatura terapéutica», como si la llegada al texto fuera solamente una excusa para curarse. Muchos escritores justifican sus obras de corte autobiográfico con explicaciones estéticas, probando de huir de cualquier palabra que asimile la escritura a un proceso de sanación: eso, dice el saber común, no sería arte. ¿Desde dónde escribe quien convierte su vida en narrativa? ¿Qué deja fuera? ¿Qué deforma? ¿Piensa en la dimensión estética o en cómo la escritura le permite ordenar y entender una experiencia límite?
Marcos Giralt Torrente escribió un breve texto en el que dilucidaba una posibilidad a este dilema. En el artículo de Cuadernos Hispanoamericanos, «De lo que no se puede escribir» (recogido en Algún día seré recuerdo), el autor rememoraba la publicación de Tiempo de vida, el libro en el que reconstruyó la relación con su padre fallecido, y que se alzó, entre otros premios, con el Nacional de Narrativa:
«Ahora no utilizaría peyorativamente el adjetivo terapéutico. Cuando es buena, la literatura explora zonas problemáticas de la realidad frente a las cuales no caben las respuestas unívocas y por eso no busca tranquilizar ni consolar. Se convierte en vida, igual de incontestable y de cruel. Sin embargo, no por eso deja de ser terapéutica, en cierto modo, al menos para quien la escribe. Nadie pasaría tantas horas sentado, apartado del mundo, si no encontrara alguna recompensa», afirmaba Giralt Torrente.

Las historias que parten de la propia vida exigen «un pacto con el lector distinto del de la ficción». No se trata solo, pues, de si la literatura cura o no cura a quien escribe; se trata, en cambio, de preguntarse de qué forma la literatura transforma alquímicamente una verdad personal e íntima en algo que está presente en tantos lectores que llegan al libro.
Giralt Torrente se pregunta, hacia al final del artículo: «¿Para qué esforzarse en inventar mundos paralelos, o imaginarlos en las palabras de otros, si tenemos tan a mano la arcilla del nuestro?».
Quince años después del ya mítico Tiempo de vida, el autor regresa a la novela de memoria personal con Los ilusionistas, un libro que se enfrenta al misterio de las vidas de sus tíos y su propia madre, y que empieza afirmando el reto: «Escribir de la familia a menudo es visto con recelo», pero pasa que «dejarla totalmente de lado no es posible». Así pues, hay veces que la escritura no es una opción, sino una pulsión necesaria y vigorosa.
NOVEDADES
DE LA SEMANA
Esta semana publicamos Los cuchillos largos, de Irvine Welsh, un salvaje thriller policial protagonizado por un viejo conocido: el inspector Ray Lennox. En esta ocasión, se embarca en la turbulenta investigación del asesinato de un político cuyo cadáver aparece desnudo y castrado en un almacén del puerto de Edimburgo. Se encuentra en «Panorama de narrativas» con traducción de Francisco González, Arturo Peral y Laura Salas.
«Narrativas hispánicas» trae Tres novelas analógicas, de Sergi Pàmies, un volumen que reúne sus novelas escritas entre 1991 y 1995: La primera piedra, El instinto y Sentimental, y que son tres joyas distintivas del autor, dotadas de una mirada peculiar, sagaz y tierna.
En «Nuevos cuadernos Anagrama» publicamos Reconocer al extraño de Isabella Hammad, autora que ya nos había sorprendido con su novela El parisino. En esta ocasión, hace una erudita reflexión sobre la lucha palestina y el poder de la narrativa en homenaje al activista estadounidense-palestino Edward W. Said.
PILDORAS PARA ESTE DÍA
Documentar con otros la propia vida
En «De lo que no se puede escribir», Giralt Torrente enumera todos los libros que leyó mientras escribía el libro sobre su padre: Patrick Modiano, Joan Didion, Richard Ford, Albert Cohen, Paul Auster, Hanif Kureishi, Roland Barthes, Francisco Goldman… y cuenta cómo, cada uno de ellos, le sirvió para comprender una cosa distinta de la escritura. De Modiano, tomó el modo de comprimir el tiempo narrativo, las enumeraciones cronológicas. De Didion, se inspiró en la estructura circular entreverada de reflexiones. Escribir de la propia vida, o de la historia familiar, no significa que uno no se documente literaria y estéticamente, que uno no tome de la literatura todo lo que necesita para hacer de su relato una gran historia.

Cómo escribir una novela autobiográfica
Alexander Chee se convirtió en un autor aclamado internacionalmente con su libro de ensayos How to Write an Autobiographical Novel, donde reflexiona sobre sus experiencias personales, políticas y profesionales a la hora de convertirse en escritor. En el breve ensayo que da título al volumen, Chee evoca la Poética de Aristóteles para subrayar la diferencia entre la historia y la poesía. La diferencia entre ambas disciplinas no es que una se escriba en prosa y la otra en verso: la diferencia es que la historia relata lo que realmente pasó mientras que la poesía narra lo que podría haber pasado. La poesía enuncia verdades universales mientras que, la historia, sentencias particulares. Esta afirmación de Aristóteles le sirve a Chee para entender que, aunque lo que escribe se centre en su vida y experiencia, hay algo que está por encima: la literatura, eso a lo que Aristóteles se refiere con «poesía». Es por eso que la voz, convertida en texto, será siempre una «voz prostética» del mismo autor.

Delphine de Vigan y Bernhard Schlink ganan el Premio Novela Europea
Los escritores Bernhard Schlink y Delphine de Vigan han ganado ex aequo el Premio Novela Europea por sus obras La nieta y Los reyes de la casa respectivamente. El jurado de este galardón, organizado anualmente por el Casino de Santiago, ha resaltado de La nieta que es una novela que aporta una visión de la historia de Alemania «con rostros humanos», y de Los reyes de la casa que «es un documento demoledor sobre la sobreexposición de la intimidad en las redes sociales y la explotación infantil». ¡Enhorabuena a ambos!

Dignificar las memoirs
Cuando Annie Ernaux ganó el Nobel en 2022, la literatura basada en la propia vida, en la experiencia personal y familiar, se dignificó. En su discurso de aceptación del premio, afirmó que sesenta años antes había escrito en su diario: «Escribiré para vengar mi raza». Y lo hizo de manera que el desgarramiento social se unía a la repugnante situación a la que el Estado francés seguía condenando a las mujeres: la venganza por su raza y por su sexo se convertían en una sola. La pregunta que late en el discurso de Ernaux y que está presente de nuevo también en Los ilusionistas es: «¿Cómo no cuestionarse la vida sin cuestionarse también la escritura? ¿Sin preguntarse si confirma o perturba las representaciones aceptadas e interiorizadas de los seres y las cosas?».
Anni Ernaux en la entrega del nobel
No hay comentarios:
Publicar un comentario