La obra de Bolaño, es absolutamente descomunal,
permite pensar en un cambio sustancial y emblemático de la literatura
Latinoamericana frente a una generación muy valiosa de los sesenta y setenta.
Sin ningún temor, podemos establecer un rompimiento con el éxito del Boom que
le precede. Carlos Huerga, con acierto destaca uno de los aspectos más
preponderantes de su obra, que son pertinentes traer a colación: “La voz
narrativa es uno de los aspectos literarios más significativos en el escritor;
es la base sobre la que se construye el mundo, la excusa perfecta para hacer
literatura. La voz narrativa es la voz del Dios que permite nombrar las cosas y
por tanto darlas vida, dotarlas de sentido. La voz narrativa no sólo configura
el tono, la focalización y la estructura, también sustenta los cimientos sobre
los que después apoyarse el resto de elementos técnicos que dan forma a la
novela. Pero además, en Bolaño se trata siempre de una voz poderosa, desdoblada
en una amplísima gama de personajes. Bajtin dijo que lo propio de la novela era
la polifonía y Bolaño parecer corroborarlo totalmente.”, en los detectives
salvajes y 2666, se configura de manera sublime este recurso, que marca la
diferencia con la novela tradicional y convierte su lectura en una exploración
permanente sobre los hechos y la estructura como mecanismo de instauración, en
un doble juego, donde siempre aparece la literatura y la poesía como parte
central en la historia, pero no como simple interpolación, sino como recurso
implícito, que no solo es importante en el mundo narrativo, sino en la misma
existencia de los personajes. Bolaño, rompe con el esquema racionalista
Aristotélico, mira desde muchos ámbitos, sujeto a un solo principio, no existe
paradigma, no hay esquemas que garanticen la veracidad de un pensamiento. Sus
personajes, no están inscritos en ninguno de los modelos de la posmodernidad,
parecen anacrónicos en principio, pero realmente están más cercanos al tipo de
vanguardias, que hemos olvidado en estas épocas y que fueron muy importantes en
la mitad del siglo pasado. Son novelas extensas, pero no pesadas, se dejan leer
sin esa angustia que suscita algunas historias muy signadas por la gravitación
de los hechos o de una historia, podrían incluso tomarse saltándose algunas páginas
o subvirtiendo el orden, sin temor a perder su encanto. Cuando Carlos Huerga
dice que “Las novelas y los relatos de Bolaño están llenos de intertextualidad
interna, de guiños al lector y de huecos que el propio lector debe recomponer.
Así en Los detectives salvajes se van alternando las voces de los distintos
personajes-narradores, con saltos e importantes elipsis, que lo hacen más
interesante y enriquecedor, tal y como ya hicieron Joyce y Cortázar”, señala
uno de los recursos más valiosos de este autor Chileno. Jaime Alejandro
Rodríguez, hablando de la metaficcion, lo dice con mucha más claridad: «Ya no
sólo se trata de la posibilidad de re-presentar el mundo de la ficción, sino de
re-presentar el mundo como una gran ficción». Solo queda aconsejar su lectura y
recomendar el libro que recopila sus columnas, “entre paréntesis”, donde
entrega una visión muy particular de nuestras letras y permite obtener algunas
claves de su mundo creativo.
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