domingo, 16 de abril de 2017

SE NOS FUE NICOLÁS SUECÚN


Era habitual de vez en cuando ver a Nicolás oteando novedades en las librerías del centro de Bogotá, compartiendo un tinto con sus amigos alrededor de los temas recurrentes que como lector voraz mantenía a la mano, su vida fue dedicada enteramente a la literatura y a los buenos libros.  No solo fue un gran divulgador de la buena literatura sino un excelente traductor, poeta, además de ser un conversador exquisito. Quedan pocos hombres de su talante, la literatura se ha convertido en un tema menor y son pocos los sitios de encuentro para intercambiar experiencias alrededor del libro. Jotamario Arbeláez, en una biografía muy polémica, lo describe magistralmente: “La voz mejor guardada de una generación de intelectuales colombianos, el hombre que se atrevió a vivir una obra propia y a traducir cientos de obras exóticas de la literatura universal. Nicolás Suescún es sin duda uno de los nombres más importantes de nuestras letras. Poeta, cuentista, novelista, traductor, lector voraz. Como artista plástico ilustró, entre otras, la carátula de “El coronel no tiene quien le escriba”, de García Márquez, y La “Obreriada”, de Luis Vidales. Ha publicado, entre traducciones y libros propios, alrededor de treinta títulos en Colombia y en el extranjero. Cursó la secundaria en Estados Unidos, fue becario del taller de escritores de Iowa y ganó la beca de escritor del DAAD, de Berlín. Dirigió la revista Eco y la librería Buchholz. Su libro de cuentos El retorno a casa fue catalogado por la crítica como uno de los libros más importantes de la literatura colombiana del siglo XX”. Este hombre vivió el mejor momento de la vida intelectual de la rancia Bogotá, la efervescencia de la revista “Eco” con una generación, que asumió la literatura como su única manera de llevar la vida, con un rigor absoluto y siempre respondiendo a su verdadera pasión, la lectura y a un amor desmedido por los buenos libros.  Era un Bogotano de pura cepa, bien hablado, con un humor y una ironía inteligente, repentista, siempre con la cita precisa, muchas veces tuve la oportunidad de escucharlo en el café automático de Bogotá de la mano de sus amigos más emblemáticos, era un espectáculo, muy jóvenes, disfrutábamos de esos encuentros y de hecho los esperábamos, estábamos siempre a la caza de la llegada de estos señores, nos robábamos sus citas y anotábamos los autores desconocidos, los cuales salíamos leer como si fuera una tarea inaplazable.
Sus trabajos como traductor, le darían per se, un lugar destacado en nuestras letras:” Norma publica en 1992 su traducción del inglés de "Diez novelas y sus autores" de Somerset Maugham, en el 2000 la traducción de "Timón de Atenas" de Shakespeare, en la serie Shakespeare por sus escritores. Áncora Editores publica en 1993 su traducción del francés de “Una temporada en el infierno” y en 1995 de “Iluminaciones” de Arthur Rimbaud. Traduce también poemas de Blake y de Yates. En la traducción de obras de carácter general podemos destacar “El río”: exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica, de Wade Davis, publicado por el Fondo de Cultura Económica en Bogotá en el 2009. Su gran talento de traductor y escritor lo demuestra con la traducción de Madame Bovary de Flaubert, publicado por la editorial Norma en 1993, Con respecto a esta traducción, dice Suescún en la entrevista realizada por Jeannette Insignares y publicada en el número sobre “Latinoamérica y los escritores-traductores” de Mutatis Mutandis, que aunque no buscó traducirlo -se trató de un encargo-, fue todo un placer realizar ese trabajo, dado que era uno de sus libros favoritos. Su actividad intensa en traducción lo lleva a traducir poetas colombianos al inglés y al francés, entre ellos A Piedad Bonnett, Porfirio Barba Jacob, Fernando Charry Lara. Para el Festival de Poesía de Medellín, hace traducciones en ambos sentidos, muchas de esas traducciones están publicadas en la revista Prometeo órgano de publicación del festival. Su personalidad discreta, no lo hace menos grande”[1].  
En el café “El cisne” de Bogotá, el Café automático, la librería “Grancolombia”, en la 13 y la 18 del centro de Bogotá, durante mucho tiempo, años, se vivió un tertulia permanente, constante, que reunía a las mejores mentes del país y de la que no se ha escrito con el rigor que amerita, Nicolás perteneció a este pléyade, no se nos olvide que fue director de la librería del viejo  Buchholz, toda un paradigma para Suramérica en materia de librerías, allí se reunía lo más granado de la intelectualidad, simplemente a conversar de buena literatura.
Este hombre grande se nos ha ido, siempre queda su obra, para leerla, disfrutarla y divulgarla.










[1] nació el 5 de mayo de 1937 en Bogotá, en la misma fecha que Carlos Marx, con 119 años de diferencia; en la misma casa de La Candelaria donde don Antonio Nariño imprimiera los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Comenzó desde muy joven a adquirir nombradía intelectual, pues dirigió por varios años la librería Buchholz de la avenida Jiménez y a la vez la revista Eco, bastión de la cultura alemana. Sus viajes por Norteamérica, Francia y Alemania le pusieron en contacto con escritores de esos países, de donde le surgió la pasión por la literatura, expresa en varios libros de poesía, cuentos y una novela experimental. Pero con especial vehemencia se ha dedicado a la traducción, del inglés y francés, de notables obras clásicas y modernas.

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