Era habitual de vez en
cuando ver a Nicolás oteando novedades en las librerías del centro de Bogotá,
compartiendo un tinto con sus amigos alrededor de los temas recurrentes que
como lector voraz mantenía a la mano, su vida fue dedicada enteramente a la
literatura y a los buenos libros. No
solo fue un gran divulgador de la buena literatura sino un excelente traductor,
poeta, además de ser un conversador exquisito. Quedan pocos hombres de su
talante, la literatura se ha convertido en un tema menor y son pocos los sitios
de encuentro para intercambiar experiencias alrededor del libro. Jotamario Arbeláez, en una biografía muy polémica, lo describe magistralmente: “La voz mejor guardada de una
generación de intelectuales colombianos, el hombre que se atrevió a vivir una
obra propia y a traducir cientos de obras exóticas de la literatura universal.
Nicolás Suescún es sin duda uno de los nombres más importantes de nuestras
letras. Poeta, cuentista, novelista, traductor, lector voraz. Como artista
plástico ilustró, entre otras, la carátula de “El coronel no tiene quien le
escriba”, de García Márquez, y La “Obreriada”, de Luis Vidales. Ha publicado,
entre traducciones y libros propios, alrededor de treinta títulos en Colombia y
en el extranjero. Cursó la secundaria en Estados Unidos, fue becario del taller
de escritores de Iowa y ganó la beca de escritor del DAAD, de Berlín. Dirigió
la revista Eco y la librería Buchholz. Su libro de cuentos El retorno a casa
fue catalogado por la crítica como uno de los libros más importantes de la literatura
colombiana del siglo XX”. Este hombre vivió el mejor momento de la vida
intelectual de la rancia Bogotá, la efervescencia de la revista “Eco” con una
generación, que asumió la literatura como su única manera de llevar la vida,
con un rigor absoluto y siempre respondiendo a su verdadera pasión, la lectura
y a un amor desmedido por los buenos libros.
Era un Bogotano de pura cepa, bien hablado, con un humor y una ironía
inteligente, repentista, siempre con la cita precisa, muchas veces tuve la
oportunidad de escucharlo en el café automático de Bogotá de la mano de sus
amigos más emblemáticos, era un espectáculo, muy jóvenes, disfrutábamos
de esos encuentros y de hecho los esperábamos, estábamos siempre a la caza de
la llegada de estos señores, nos robábamos sus citas y anotábamos los autores
desconocidos, los cuales salíamos leer como si fuera una tarea inaplazable.
Sus trabajos como traductor, le darían per se, un lugar destacado en nuestras letras:” Norma publica en 1992 su
traducción del inglés de "Diez novelas y sus autores" de Somerset Maugham, en el
2000 la traducción de "Timón de Atenas" de Shakespeare, en la serie Shakespeare
por sus escritores. Áncora Editores publica en 1993 su traducción del francés
de “Una temporada en el infierno” y en 1995 de “Iluminaciones” de Arthur
Rimbaud. Traduce también poemas de Blake y de Yates. En la traducción de obras
de carácter general podemos destacar “El río”: exploraciones y descubrimientos
en la selva amazónica, de Wade Davis, publicado por el Fondo de Cultura
Económica en Bogotá en el 2009. Su gran talento de traductor y escritor lo
demuestra con la traducción de Madame Bovary de Flaubert, publicado por la
editorial Norma en 1993, Con respecto a esta traducción, dice Suescún en la
entrevista realizada por Jeannette Insignares y publicada en el número sobre
“Latinoamérica y los escritores-traductores” de Mutatis Mutandis, que aunque no
buscó traducirlo -se trató de un encargo-, fue todo un placer realizar ese
trabajo, dado que era uno de sus libros favoritos. Su actividad intensa en
traducción lo lleva a traducir poetas colombianos al inglés y al francés, entre
ellos A Piedad Bonnett, Porfirio Barba Jacob, Fernando Charry Lara. Para el
Festival de Poesía de Medellín, hace traducciones en ambos sentidos, muchas de
esas traducciones están publicadas en la revista Prometeo órgano de publicación
del festival. Su personalidad discreta, no lo hace menos grande”[1].
En el café “El cisne” de
Bogotá, el Café automático, la librería “Grancolombia”, en la 13 y la 18 del
centro de Bogotá, durante mucho tiempo, años, se vivió un tertulia permanente,
constante, que reunía a las mejores mentes del país y de la que no se ha escrito
con el rigor que amerita, Nicolás perteneció a este pléyade, no se nos olvide
que fue director de la librería del viejo Buchholz, toda un paradigma para Suramérica en
materia de librerías, allí se reunía lo más granado de la intelectualidad,
simplemente a conversar de buena literatura.
Este hombre grande se nos
ha ido, siempre queda su obra, para leerla, disfrutarla y divulgarla.
[1] nació
el 5 de mayo de 1937 en Bogotá, en la misma fecha que Carlos Marx, con 119 años
de diferencia; en la misma casa de La Candelaria donde don Antonio Nariño
imprimiera los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Comenzó desde muy joven a
adquirir nombradía intelectual, pues dirigió por varios años la librería
Buchholz de la avenida Jiménez y a la vez la revista Eco, bastión de la cultura
alemana. Sus viajes por Norteamérica, Francia y Alemania le pusieron en
contacto con escritores de esos países, de donde le surgió la pasión por la
literatura, expresa en varios libros de poesía, cuentos y una novela
experimental. Pero con especial vehemencia se ha dedicado a la traducción, del
inglés y francés, de notables obras clásicas y modernas.
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