Íbamos por un jugo natural especial,
mi hija menor es diabética y desde que apareció un franquicia en el mercado colombiano con
el nombre de “Cosechas”, la ciudad se
llenó de locales comerciales ofreciendo jugos naturales, hechos con frutas orgánicas
y en condiciones que según ella respondían mucho más a las exigencias de su
dieta. Cuando había dinero en la tarde era casi de rutina salir a buscar un
local de estos. El día que conocí a Mara cumplía con ese itinerario, por alguna
razón no fuimos al mismo sitio de siempre y de pronto estábamos en un local más
lejos, nuevo para nosotros, pidiendo el susodicho jugo e impresionados por esta
mujer bella que nos atendía, espontanea, y de alguna manera intuíamos tenía
un universo inmenso, más allá de lo que uno supone en razón del lugar. Mi hija saborea estos jugos con jubilo, sublimiza el momento, los degusta con
absoluto encanto, no importa que los tome todos los días, cada vez que lo hace, los disfruta como si fuera la primera vez, exagera sus gestos, abre los
ojos; de hecho, ella que tiene una dieta tan restrictiva valora mucho estos momentos, los disfruta de sobremanera. Mientras toma su jugo me mira y me
habla, para ella es muy importante que yo le preste atención, se irrita cuando
no le contesto o no le sigo la charla, de pronto, me dijo.......Papi te estoy
hablando, ahora la miras, me dice con una sonrisa irónica, estaba seriamente
distraído viendo a Mara moverse como una gacela atendiendo a los clientes,
atenta, pero no servil, puntual, nunca iba más allá de lo comercial y nunca pierde el orden, es exacta. La
manos de Mara siempre me han impresionado, son mucho más que unas manos, ahí
parece estar su mundo contenido, su vida, las expectativas que valen la pena,
lo importante para ella. No sé cómo pasó, ni a qué hora, estábamos hablando de
pintura, del arte figurativo, de la universidad de los Andes, de lo que le
inquieta del arte contemporáneo con sus instalaciones y vanguardias, no podía
creerlo, estaba con una pintora, que ahora por razones inexplicables, estaba
sirviendo jugos en un lugar recóndito de Medellín, alejada de su mundo,
rememorando todo lo que le importa realmente, lo hacía sin arrepentimientos, más bien
con nostalgias por los amores con el arte arrinconados gracias a las
vicisitudes de la vida. Desde ese día la visitamos habitualmente, rememoraba en cada encuentro, que la mayoría de pintores tienen experiencias de este tipo, desde ese día volví a los
libros de arte, pensaba que es una constante histórica el hecho que la suerte de los pintores siempre está supeditada a un mecenas,
que ahora paradójicamente se llama mercado, al final, es la capacidad para
vender obra a una élite específica los que los hace importantes en el mundo comercial, tiene que ver al final mucho con las influencias,
con la lagartería. Mara, nacida en Cali Colombia, había estudiado arte en la
mejor universidad del país, tubo los mejores maestros y por lo tanto las
mejores experiencias, vivió en Europa, cuando recordaba estos recorridos, sus
ojos adquirían una matiz de nostalgia que difícilmente podía disimular. En cada
visita que le hacíamos al negocio, conversábamos sobre todas aquellas
afinidades que hoy nos unen, pero al final siempre terminaba mirando esas
manos, que parecían hablar, que decían mucho de ella, cuando salía del local,
me obsesionaba con sus movimientos, eran como portadoras de una sabiduría
formal inocultable para el común de los mortales, como ocultando una
sensibilidad extraordinaria. Recodé lo que significan las manos para un pintor,
la obsesión de Leonardo Da Vinci con las manos…..En Mara, sus mano parecen
hablar, suaves, sus dedos como de pianista se mantienen firmes, en una especie
de contención inexplicable, listos para expresar. De pronto, quise conocer su
obra, no sabía cómo decirle, conozco las estrechas y tensas relaciones entre la
obra de un artista y su vida, en ella se traducen muchos de las emociones y las
vicisitudes de su existencia, muchas veces no les gusta mostrar sus cuadros por
lo que puedan expresar, no sabía si este era el caso de Mara. Por circunstancias
especiales conocí su mejor obra, sus hijos, Andrea una niña con una dulzura y sensibilidad extraordinaria, muy alta para
su edad, sus ojos son intensos, tiene una delicadeza que me recuerda ciertas
damas descritas por Alejandro Dumas en sus novelas más emblemáticas, enamorada
de la vida, llena de expectativas. Nicolás, es un muchacho diferente a todo lo
que conozco, dulce pero serio, amable, respetuoso, parco, pero no es tímido,
habla lo necesario, pero cuando lo hace, deja ver toda su sabiduría y orden
mental. Estudia veterinaria, pero su ilusión es ser médico, trabaja
incansablemente para este sueño, que estoy seguro cumplirá.
Algún día, después de haber
compartido muchos momentos con Mara, Andrea, Nicolas y mis hijos, termine en su
casa. Nunca había perdido el deseo de conocer su obra, más bien estaba esperando
el momento, que se me presentó de súbito, como todo lo grande de la vida. Quede impertérrito, sabía que ese ser y esas
manos, estaban por fuera del común de los mortales. Su oleos, con una fuerza
tenaz, me trajeron a colación desde Miguel Ángel y algunos artistas del
manierismo florentino como Rosso y Bronzino; hasta Diego Velásquez, Rembrandt,
Francis Bacon, Roberto Matta, Willem de
Kooning, Goya, entre muchos otros, artistas que no había vuelto a tocar, que
había abandonado por mi obsesión con la literatura. Era un hecho, su pintura
expresa muchas influencias, un recorrido, evoca momentos específicos del arte
Colombiano,la pintura de ciertos artistas norteamericanos del sesenta, su
lectura está llena de sorpresas, hay un universo completo en estos oleos, confirme que tenía una persona especial, no
sabía qué hacer, raras veces tiene uno sorpresas tan bellas en la vida, estaba
alegre y sabía que este ser estaba haciendo con su vida lo que no le
corresponde, las razones las desconocía, pero ahí estaba su obra, como un faro,
para repetirme esta verdad.
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