domingo, 20 de abril de 2008

TRES VERSIONES DE JUDAS

La presentación del documental de la Nacional Geografhi sobre el descubrimiento del Evangelio de Judas, nos recuerda el texto de Borges, incluido en Ficciones, tres versiones de Judas y vuelve a revivir viejas discusiones de carácter metafísico y teológico sobre la actitud de este apóstol singular, que simplemente cumplió con el papel predeterminado por los designios divinos, y que pese esta clara evidencia, es repudiado por una buena parte de la humanidad, ha sido sinónimo de traición y ha servido incluso para justificar los peores genocidios.El texto, al que no pretendo realizarle ninguna mirada crítica por su perfección y calidad incuestionable; representa en esencia el universo de Borges y la imaginación desbordada de sus ficciones. Empieza con una sentencia que marca todo el desarrollo argumental y que convierte el documental de la Nacional en un anacronismo histórico: “La primera edición de Kristus och Judas lleva este categórico epígrafe, cuyo sentido, años después, monstruosamente dilataría el propio Nils Runeberg: «No una cosa, todas las cosas que la tradición atribuye a judas Iscariote son falsas» (De Quincey, 1857). Precedido por algún alemán, De Quincey especuló que judas entregó a Jesucristo para forzarlo a declarar su divinidad y a encender una vasta rebelión contra el yugo de Roma; Runeberg sugiere una vindicación de índole metafísica. Hábilmente, empieza por destacar la superfluidad del acto de judas. Observa (como Robertson) que para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol.”La historia, en este caso, es superada por la ficción que la antecede, la revela y le sorprende. El periódico el País de España en primera plana, a propósito de la noticia, encabeza y desarrolla un titular con la siguiente pregunta: “Por 30 monedas vendió Judas Iscariote a Jesucristo, al que identificó como tal ante los soldados romanos en el jardín de Getsemaní, lo que llevó a su detención y posterior crucifixión, según el relato de la Biblia. Esa delación, considerada por san Lucas como fruto de una “posesión satánica”, podría haber sido simplemente “su papel a la hora de que se cumpliera el plan de Dios”. Así lo afirman los promotores de una campaña, liderada por el religioso Walter Brandmuller, que apuestan por rehabilitar la figura de Judas.”Borges, alude en la narración: “Suponer un error en la Escritura es intolerable; no menos intolerable es admitir un hecho casual en el más precioso acontecimiento de la historia del mundo. Ergo, la traición de judas no fue casual; fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención. Prosigue Runeberg: El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la muerte; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre. Judas, único entre los apóstoles, intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y a ser huésped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo a Jesús. De allí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aún más la Reprobación. Así dilucidó Nils Runeberg el enigma de judas.” Alguien podría alegar que el papel de este apóstol no se remitió solamente al hecho de hacer cumplir el camino prefijado dentro de la existencia temporal de Jesús en la tierra, sino a otros mucho más siniestros para lo que basta simplemente citar Al Times:”Según informa el diario británico The Times, varios expertos en el estudio de la Biblia considera que Judas fue “víctima de un libelo teológico que ayudó a crear el antisemitismo”, generando a su alrededor la imagen de un “villano siniestro” dispuesto a la traición a cambio de dinero.” Borges, entrega otras interpretaciones que simplemente dejan la discusión abierta sobre el papel de este hombre y su condición: Admitió que Jesús“que disponía de los considerables recursos que la Omnipotencia puede ofrecer», no necesitaba de un hombre para redimir a todos los hombres. Rebatió, luego, a quienes afirman que nada sabemos del inexplicable traidor; sabemos, dijo, que fue uno de los apóstoles, uno de los elegidos para anunciar el reino de los cielos, para sanar enfermos, para limpiar leprosos, para resucitar muertos y para echar fuera demonios (Mateo 10: 7-8; Lucas 9: 1). Un varón a quien ha distinguido así el Redentor merece de nosotros la mejor interpretación de sus actos. Imputar su crimen a la codicia (como lo han hecho algunos, alegando a Juan 12: 6) es resignarse al móvil más torpe.”Abria que pensar también en la posición política de Judas, que vio en Jesús, no el Mesías de los cristianos sino aquel personaje que por primera vez podía encarar al imperio y liberar al pueblo judío de su yugo. Queda, el panorama abierto a mil interpretaciones y la literatura vuelve a cumplir un papel memorable que supera sus propias ficciones.

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