viernes, 23 de septiembre de 2016

ALEJANDRO JOSE LOPEZ CACERES

Este es un autor muy importante de Colombia. Me encontré con uno de sus ensayos gracias a la red, a las virtudes del internet y de hecho quede sorprendido, pues pese al rigor y la calidad del mismo, en mi criterio, no ha tenido la divulgación que amerita. Esto no quiere decir que sea un desconocido, en los círculos académicos e intelectuales del país su reconocimiento es total, auscultando por sus datos me encuentro gratamente con numerosas conferencias y conversatorios a los que ha sido invitado recurrentemente, no tan solo a nivel universitario sino en otros círculos diferentes y en ocasiones fuera del país. Sus textos y ensayos publicados en editoriales poco comerciales, no tienen la resonancia que debería, lo que no les quita el gran valor que tienen.
El profesor Alejandro López, es un crítico de muchos quilates. Solo basta leer el ensayo que comento en el presente artículo para comprobarlo. De sus textos se deduce que es un consumado lector. Están escritos desde una óptica muy particular, se salen del lugar común. Es un lector de culto. El ensayo sobre Onetti me parece extraordinario:
Hay algunas obras maestras de la literatura que lo son porque llegan a dar cuenta —sin explicarlos— de fenómenos profundos, complejos, arquetípicos, de la condición humana. Esto hace que dichas obras resulten inolvidables para el lector, quien siente que una parte de su ser pasa por ahí de modo evidente o recóndito. Al mismo tiempo, esa capacidad para penetrar agudamente en los arduos aspectos que constituyen nuestra naturaleza hace que estas obras permanezcan siempre abiertas a nuevos sentidos y razonamientos; es decir, que no se dejen apresar en una sola línea de interpretación. Tal es lo que sucede, por ejemplo, con un relato como “Bartleby el escribiente” de Herman Melville, en el cual se indaga de forma exquisita el fenómeno de la desidia. Otro tanto hace Chéjov, con relación al desamparo, en su perdurable “Vanka”; o Hoffmann respecto de lo siniestro en su famosa historia “El hombre de arena”; o Maupassant en lo que toca al oportunismo con su célebre “Bola de Sebo”; o Poe con la culpa en su “Corazón delator”. También la crueldad ha sido condensada singular y memorablemente en un cuento magistral: “El inierno tan temido”, de Juan Carlos Onetti”.
La calidad de sus paralelos, sus interpretaciones particulares por fuera del canon crítico, la relevancia que hace de las influencias encubiertas; la develación de los anclajes narrativos, exponiendo las claves creativas, hacen de este ensayo una escrutación valiosa del Onetti como cuentista, Alejandro, arriesga con sus juicios, toma posición:
De los cuarenta y siete excelentes cuentos que escribió el maestro uruguayo a lo largo de su vida (1909-1995), en su periplo por Montevideo, Buenos Aires y Madrid, hay por lo menos cinco que merecerían estar en una hipotética antología de cuentos inolvidables de todos los tiempos: “Un sueño realizado” (1941), “Bienvenido, Bob” (1944), “Esbjerg, en la costa” (1946), “El inierno tan temido” (1957), y “Jacob y el otro” (1961). Todos comparten la fortuna de haber amalgamado de manera sorprendente ese mundo en descomposición, desolado y oscuro —que está en la base de la cosmovisión 18 Alejandro José López Cáceres onettiana—, con un lenguaje y una técnica narrativa de impecable factura. La icción ha sido tejida en ellos con tanta eicacia que el lector habita la ilusión sin percatarse de las costuras que la sostienen ni de los hilos que la constituyen; en otras palabras, éstos son cuentos orgánicos, sin isuras, o, como suelen decir los cuentistas, redondos”.
Soy un fervoroso lector de Onetti, su mundo desapacible y sórdido, me parece una de sus mayores virtudes narrativas, la vida en su narrativa se mira en blanco y negro. Alejandro José,  lo describe magistralmente:
El de Juan Carlos Onetti es un mundo a la vez complejo y apasionante. Su universo está en las antípodas de la simpliicación, pues estamos ante un narrador que ha elegido rastrear sin tregua las contradicciones del alma y sus sorprendentes intersticios”.
Me recuerda a Pedro Citati ese gran ensayista Italiano, quien realiza la crítica desde la esclerótica de los personajes. En el texto sobre Onetti, hace una crítica desde el relato, descifra tanto a los personajes, como el mundo sórdido que los domina, pero en el fondo, está aludiendo a las características propias de la literatura latinoamericana:
Detengámonos un momento en sus personajes para ilustrar algo de lo dicho. Hay un rasgo que muchos de ellos comparten, una especie de vocación o conducta recurrente. Dado que suelen sobrellevar existencias grises, anodinas, o que viven asediados por el fracaso de todas sus empresas, llega un momento en el cual una encrucijada de hastío o derrota los obliga a buscar una salida. Sí, la vida que llevan se les revela de pronto insufrible, tal vez sólo insustancial; entonces, dan un salto de vértigo. Quizá las cosas podrían ser de otra manera si habitaran un lugar distinto; así que transitan hacia allá, pasan a un entorno de fantasía, de ficción”.
Estoy hablando de un hombre muy joven que aun tiene mucho que dar, de Tulua Valle. “Se formó académicamente en la Universidad del Valle: Licenciado en Literatura, especialista en prácticas audiovisuales y magíster en literaturas colombiana y latinoamericana”.
Ha publicado dos libros de crónicas y entrevistas: Tierra posible (1999) y Al pie de la letra (2007); dos de ensayos: Entre la pluma y la pantalla: reflexiones sobre literatura, cine y periodismo (2003)y Pasión crítica: ensayos sobre literatura latinoamericana contemporánea (2010); y uno de cuentos: Dalí violeta (2005)”.
Leí con mucho juicio “Ensayos sobre literatura latinoamericana contemporánea” me sorprendió su calidad.  El texto de Onetti, que he venido trayendo a colación es de una factura excelente.  Parte de la revelación de las principales claves sobre las cuales está estructurado el relato. Por ejemplo releva en su ensayo el papel de la inventiva en los relatos de Onetti, que es una facultad intrínseca de la literatura como recurso, en este caso, no sólo es un artificio en la estructura del relato, sino además un mecanismo de los personajes para soportar su atribulada vida: “Y es que para Onetti, antes que un proceder indeseable, la invención constituye una categoría humana de rango esencial. Sin ella la vida misma se haría insufrible —más de lo que ya es—, lo cual nos pone sobre un aspecto central de su cosmovisión”.  La crítica no solo es una interpretación, ni el acto de desatornillar una obra desde su estructura, es el soporte desde el cual se van creando articulaciones a partir de las claves creativas, es la búsqueda de sentido desde la iluminación del texto.  En el texto crítico Alejandro López también expone las afinidades literarias de varios autores latinoamericanos. Miremos este ejemplo:
Pero hay un recurso literario, un principio iccional que Onetti heredaría del maestro norteamericano (William Faulkner)  —tal como le sucedió a García Márquez y a Juan Rulfo— y que habría de ser cardinal en toda su obra: la fundación de un mundo mítico. Faulkner inventó el condado de Yoknapatawpha y allí instaló sus personajes. En este universo también cifró las claves de aquellos dramas vividos por el Sur de su país tras ser vencido en la Guerra de Secesión. Justo es decir que al mismo tiempo estaba creando una de las más profundas y bellas metáforas de la derrota humana que hayan sido escritas en la historia de la literatura. De dicho proceder narrativo descienden otras geografías míticas, como Macondo o Comala. Y en lo que toca a Juan Carlos Onetti, Santa María, en cuyo territorio discurre la mayor parte de sus cuentos y novelas. Aunque apareció por primera vez en el cuento titulado “La casa de arena” (1949), sería en la cuarta novela publicada por el maestro uruguayo, “La vida breve” (1950), donde se construiría de un modo ya más profuso esta ciudad imaginaria”.
Pedro Soler refiriéndose a Faulkner trató el mismo tema, las conexiones no son mera coincidencia, en un ensayo se refiere puntualmente al papel de la inventiva en la vida y obra del escritor americano. Alejandro establece otras afinidades:
Rodríguez Monegal señalaba dos presencias más, igualmente determinantes, en la narrativa del maestro uruguayo: Borges y Louis Ferdinand Céline. El primero le aportó ese vértigo imaginativo que se expresa construyendo una acción dentro de otra —y en el tránsito permanente que los personajes hacen a través de ellas—, al estilo de ese inolvidable relato borgeseano llamado “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (1941). Con el segundo tenía Onetti afinidades de fondo en lo que respecta a la visión del mundo, el cual percibían, en su oscuro pesimismo, como algo irredimible y catastrófico; también, y muy especialmente, en su relación con el lenguaje”.
Las criticas puntuales sobre Carlos Fuentes, de Skarmeta, de Oscar Collazos están escritas con la misma calidad. Es importante divulgar autores como el presente y como lector es grato encontrarse con material como este. Le debo el hecho de volverme a recordar los excelentes cuentos de Harold Kremer.










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